¿Parecés un mogólico?

¿Qué es ser mogólico? ¿Ser un tonto?

En el imaginario de las llamadas personas normales, esta palabrita (mogólico) suele estar cargada de negatividad.

Mogólico es el tonto, el que “no le da”, el lerdo, el que hace pavadas….etc., etc.…

Ahora, yo pregunto: ¿Alguna vez conociste a un “mogólico”, a una persona con algún tipo de discapacidad mental?

Es verdad que sus cabecitas no razonan tan rápido como las nuestras…o…en realidad, no son tan complicadas como las nuestras.

Los normales…los supuestos sanos…solemos estar llenos de prejuicios, de barreras,  estructuras y defensas racionales con las cuales creemos poder entender toda la realidad que nos rodea.

¡Es verdad que somos muy diferentes!

Ellos funcionan desde el corazón y no desde la razón. Nosotros pasamos todo (lo que vemos, lo que nos dicen, lo que hacemos) por la razón y recién después por el corazón. Ellos lo hacen exactamente al revés.

Es como si viviéramos en diferentes sintonías. Unos, la racional. Otros, la afectiva.

Dejame contarte una historia…

Allá por el año 2002, comencé a participar de un grupo llamado “Catequesis Especial” en una parroquia, Niño Jesús de Praga, ubicada en el barrio de Acassuso, provincia de Buenos Aires.

Al mismo asistían chicos/as con diferentes tipos de discapacidades: físicas, motoras, cognitivas, etc.

Si bien comencé yendo a las reuniones de planificación, mi debut de fuego fue el reencuentro de todo el grupo con los chicos, un sábado de Abril.

Recuerdo que estábamos en uno de los salones, rezando con los otros coordinadores y que yo estaba con muchos nervios. Ya por esa época solía ser bastante sociable, pero nunca había tenido demasiado contacto con chicos/as de diferentes capacidades.

Finalmente, llegó la hora y salimos a recibir a los chicos. Mientras bajaba la escalera, lleno de miedo, veía como un chico, flaquito y con la baba que se le escapaba de tanto sonreír, se acercaba a pasos agigantados hacia mí. Me abrazó, nos abrazamos…con mucha fuerza. Inmediatamente después, se fue un poquito para atrás, me miró (mientras seguía sonriendo y babeando) y me dijo: “Te quiero mucho”. Nos volvimos a abrazar, sin saber bien cual de los dos estaba babeando más..(¡Que importaba!) hasta que volvió a tomar unos centímetros de distancia y, con toda su espontaneidad, me preguntó: “¿Cómo te llamás?”.

Hace mucho que no lo veo a Ferny (el chico de la historia), pero les aseguro que cada vez que me acuerdo de él, sonrió en lo más profundo de mi ser.

Una vez, le escuché decir lo siguiente, a un sabio que la vida me regaló conocer (Claudio Viale):

“Estamos muy equivocados las personas normales cuando creemos que insultamos a alguien diciéndole “mogólico”; lo mismo, si nos sentimos agredidos porque alguien nos calificó con esa palabra.

Llegar a ser mogolico no es tan sencillo……Es muy difícil llegar a tener un corazón de ese tamaño”.

¡Ojalá las personas “normales” fuéramos un poco mas parecidos a los “mogólicos”!

El mundo entero andaría mejor.