Hay veces que obramos y pensamos como si la realidad, y sobre todo las personas, fuesen muy simples.
Entonces creemos que solo hay blanco y negro, bien y mal, y que todos “somos iguales ante la ley”, jajajaja.
Cada tanto recuerdo aquella tarde en la recibí una “linda agresión”.
Corría el año 2006. Ese día había estado dando clases en uno de los colegios donde trabajaba, en el barrio de San Isidro y me disponía a tomarme el tren para ir a estudiar a un profesorado en Almagro.
Estaba esperando el tren, sentadito en la estación Acassuso, cuando llegó el de los “cartoneros”.
El tren venía bastante cargado, de personas y carros. Varios jóvenes estaban asomados por las ventanillas.
Luego de la subida y bajada de algunos “cartoneros” el tren cerró sus puertas y volvió a avanzar, lentamente. En ese instante, uno de los jóvenes que estaba asomado me lanzó un escupitazo de proporciones considerables que cayó justo en el centro de mi remera. Se rió de su logro y yo lo miré con bronca. Finalmente volví a mi casa, que por suerte era cerquita, a cambiarme.
No fui el primero ni seré el ultimo en recibir una agresión gratuita o sin merecerla, pero lo que me parece importante, más que la agresión, es el modo posible de interpretarla.¿Estuvo bien o mal lo que me hizo? ¿Es justificable? ¿Es entendible?
La cantidad de veces que habré escuchado relatos de alguna agresión por el estilo y la indignación que provocaban.
Muchas ganas de que se sancione, se castigue; que dejen de andar con tanta libertad para molestar nuestras vidas tranquilas.
Esa agresión:
¿Es justificable? Yo creo que no.
¿Es entendible? Yo creo que sí.
Cuando digo entender, no pienso tanto en razonar, como en comprender.
Cuando una persona tiene la posibilidad de acercarse, aunque sea un poco, a la experiencia cotidiana que viven los “cartoneros, villeros, gente de la calle”; cuando uno puede conocer algo de las enormes dificultades que tienen para “sobrevivir” en la ciudad; cuando uno puede escuchar sus dolores, sus carencias, las injusticias que sufren. Cuando uno, además, levanta un poco la cabecita y ve como en nuestra ciudad conviven con una cercanía poco menos que asombrosa, la miseria y el lujo; cuando además uno reflexiona sobre el bombardeo cotidiano de publicidades que nos dicen que para ser feliz hay que Tener y Consumir…..
Uno empieza a creer que es comprensible que algunas personas sientan un poco de bronca…
Una persona que se cría en una villa como la cava o como la de retiro y no solo ve la abundancia y el lujo a su alrededor sino que comprueba que el/ella están excluidos de todos los beneficios, es difícil que no sienta un poquito de resentimiento ¿no?
Yo, seguro que lo sentiría. ¿Vos?
Por eso, creo que mas allá de enojarse por la falta de cortesía y malos modales de algunas personas “pobres”, sería bueno detenerse a pensar en cómo deben estar viviendo y que podría hacer cada uno de nosotros, para tratar de mejorar las condiciones de vida de muchos seres humanos que, aunque a algunos les cueste creer, son igualitos de valiosos que nosotros.